Leer atiza la humildad de reconocer la propia ignorancia. Esta vez me ha ocurrido con Factfulness, de Hans Rosling. El médico sueco brinda un sencillo test de preguntas generales sobre la situación mundial. La inmensa mayoría de personas cultas que lo responde se equivoca, básicamente, por juzgar que el mundo está mucho peor de lo que los datos muestran.
Lamenta la visión excesivamente dramática: “Si tu concepción del mundo es errónea, harás sistemáticamente suposiciones erróneas”. No pinta un cuadro perfecto, ni mucho menos. Consciente de los muchos y gravísimos males que afectan a millones de personas, los matiza en un doble sentido: a diferencia de la opinión generalizada, no los magnifica y, con datos de organismos internacionales, cuantifica cómo están mejorando.
En su test ofrece tres respuestas posibles a preguntas como: en los últimos 20 años, la proporción de población mundial que vive en condiciones de pobreza extrema: A) casi se ha duplicado B) se ha mantenido más o menos estable C) casi se ha reducido a la mitad.
Como la mayoría, me equivoqué. La correcta es la C. Errores generalizados se extienden al preguntar el porcentaje de niñas que finalizan la educación primaria en el mundo (20, 40 o 60 %), la esperanza de vida en el mundo (50, 60 o 70 años), los niños de un año vacunados contra alguna enfermedad (20, 50 o 80 %) o las personas con acceso a la electricidad en el mundo (20, 50 o 80 %). En todas ellas, la respuesta correcta es la última.
Para sistematizar el análisis de los sesgos y conseguir que nuestra percepción se aproxime más a la realidad, Rosling desglosa 10 instintos:
- Instinto de separación. “Irresistible tentación que sentimos de dividir todo tipo de cosas en dos grupos diferenciados y, en ocasiones, contradictorios, con una separación imaginaria –un enorme abismo de injusticia– en medio de ambos”. Son categorías engañosas para clasificar el mundo que distorsionan las proporciones globales en nuestra mente al utilizar dicotomías rico/pobre, norte/sur, occidente/el resto… Ridiculiza el “poderoso instinto dramático hacia el pensamiento binario”, como si planteáramos preguntas que solo contemplan extremos: ¿cómo te gusta el agua de la ducha, helada o hirviendo?
- Instinto de negatividad. Qué difícil “ser consciente de las cosas buenas: miles de millones de mejoras de las que nunca se habla”. Son “mejoras fundamentales que cambian el mundo, pero que son demasiado lentas, están demasiado fragmentadas o son demasiado pequeñas por sí solas para ser consideradas noticias. Me refiero al milagro secreto y silencioso del progreso humano”.
- Instinto de línea recta. El crecimiento de la población mundial es una de esas realidades poliédricas que se encapsulan visualmente mejor con una curva que con una recta. Para combatir el prejuicio falso de que “no hace más” que crecer, ilustra la explicación con el caso de su nieto Mino, que midió 49,5 centímetros al nacer. En sus primeros seis meses creció hasta los 67,5. “Si Mino no hace más que seguir creciendo, medirá 152 centímetros al cumplir tres años –un niño de 1,52 metros–. A los diez, medirá 406 centímetros; más de cuatro metros (…). La intuición de la línea recta está obviamente equivocada en este caso. ¿Por qué es obvio? Porque todos tenemos la experiencia de primera mano de cómo crece un cuerpo (…). Sin embargo, cuando estamos menos familiarizados con un tema, resulta sorprendentemente difícil imaginar lo estúpida que sería esa idea”.
- Instinto del miedo. Rosling no oculta la dificultad general de practicar el pensamiento crítico, valga la redundancia, en situaciones normales y califica de casi imposible ejercitarlo con miedo. Frente a esa emoción paralizante, hasta los hechos más irrefutables pueden suscitar dudas. A ello se suma la tendencia humana a procesar más intensamente historias con información que suena dramática. Así es la realidad y así la suelen gestionar muchos medios, que “no pueden perder tiempo con historias que no traspasen nuestro filtro de atención”. Lo paradójico es que “la imagen de un mundo peligroso nunca ha sido retransmitida más eficazmente que ahora, mientras que el mundo nunca ha sido menos violento y más seguro”. Si no contextualizamos bien la información recibida y la omitida, podemos pensar que lo infrecuente es habitual, pero no lo es.
- Instinto del tamaño. Este sesgo centra nuestra atención en un dato aislado cuya importancia calculamos erróneamente. Además, las cifras pueden cegarnos, tanto por su magnitud, si es elevada, como por su frecuencia, si se cronifica. Como ejemplo, dos sucesos del mismo día en Suecia (2004). Mari Larsson, de 38 años y madre de tres hijos, murió asesinada por su expareja cuando regresaba a casa. La trágica noticia apenas tuvo repercusión en la prensa nacional y poca en el periódico local. El suceso que acaparó máxima notoriedad fue la muerte de Johan Vesterlund, atacado por un oso mientras cazaba. El fallecido, de 40 años y padre de tres hijos, era… la primera persona muerta por el ataque de un oso en Suecia desde 1902. Junto con las tragedias de ambas muertes, subyace una realidad no menos trágica: “En Suecia, un ataque mortal de un oso es un suceso que tiene lugar una vez cada siglo. En cambio, una mujer es asesinada por su pareja cada 30 días. La diferencia de frecuencia es de 1.300 veces”.
- Instinto de generalización. Asumir que todas las personas o cosas de una categoría son parecidas puede llevarnos a conclusiones precipitadas sobre toda esa categoría. “Las generalizaciones erróneas son bloqueadores mentales para todo tipo de razonamiento” y, así como el instinto de separación nos hace dividir el mundo entre “nosotros” y “ellos”, el de generalización hace que “nosotros” pensemos que todos “ellos” son iguales. De ahí el consejo del Dr. Rosling: “Asume que no eres normal y que otras personas no son idiotas”.
- Instinto del destino. Consiste en pensar que las características innatas predeterminan los destinos de las personas, los países, las culturas, etc. Con frecuencia trasplantamos lógicas de las ciencias exactas al ámbito de las ciencias sociales, donde el conocimiento más elemental caduca con gran rapidez. No solo varían los métodos según las áreas, también los tiempos exigibles para percibir cambios. Por eso es tan relevante aplicar a cada realidad su correspondiente perspectiva. Algunas mejoras pueden medirse por horas, otras por años y no pocas por siglos.
- Instinto de perspectiva única. “Hacerte una idea del mundo basándote en los medios de comunicación sería como hacerte una idea de mí mirando únicamente una foto de mi pie”. Relativizar lo que uno sabe es requisito básico para aportar en cualquier debate. Rosling alerta del peligro de los expertos tan especializados en su tema que, primero, niegan la aportación de cualquier otra perspectiva y, no raramente, su halo supera a su conocimiento real. Y cuenta su experiencia en un encuentro con Premios Nobel de Medicina: solo el 8 % respondió correctamente a la pregunta sobre el porcentaje de niños vacunados en el mundo.
- Instinto de culpa. Es la predisposición a encontrar una razón clara y sencilla por la que sucede algo malo. “Puede que nuestra prensa sea libre, profesional y que busque la verdad, pero independiente no es lo mismo que representativa: aun cuando todas las informaciones sean completamente ciertas, podemos obtener una imagen engañosa de la suma de las historia verdaderas que los periodistas deciden explicarnos. Los medios no son ni pueden ser neutrales, y no deberíamos esperar que lo fueran”. Es iluso confiar en un reflejo perfecto de “la” realidad “del mismo modo que no considerarías razonable utilizar una serie de fotos de unas vacaciones en Berlín como sistema de GPS que te ayude a desplazarte por la ciudad”.
- Instinto de urgencia. Llamar a la acción, sobre todo en situaciones de crisis, dificulta pensar de forma crítica y, en los casos más agudos, incluso impide pensar. Cuando esos llamamientos se transforman en alarmas constantes, nos insensibilizan ante las amenazas reales. Hans Rosling aboga por humildad y curiosidad. “Ser humilde significa ser consciente de lo mucho que tus instintos pueden dificultar tu comprensión de las cosas. Significa que te parezca bien decir ‘no lo sé’. También significa que cuando tengas una opinión, estés preparado para cambiarla si descubres nuevos datos”. Por otra parte, “ser curioso significa estar abierto a nueva información y buscarla activamente. Significa aceptar datos que no se ajustan a tu visión del mundo y tratar de entender lo que implican”.