Enrique Sueiro
TopTen Business Experts, 18 febrero 2013
La actualidad política ofrece enjundiosas lecciones de comunicación y liderazgo para todo tipo de organizaciones. ¿Qué hacer cuando estalla un escándalo? Primera premisa: en términos de comunicación, son más decisivas las percepciones que las realidades. Por supuesto, lo ideal es que ambas coincidan. La consecuencia operativa es nítida: si un líder no parece honesto, o no lo es o comunica mal.
Segunda premisa: organizaciones con problemas internos (todas) deben saber que antes o más temprano se publicarán. No caer en la cuenta de esta realidad a tiempo supone un error estratégico de primera magnitud. Muchas equivocaciones en la gestión de crisis se fraguan en este desatino basal.
A partir de este fundamento, qué pasos cabe seguir. Como mínimo, los siguientes: primero comunicación interna, coordinar mensajes, reconocer que algo no han hecho bien, pedir perdón en proporción al error, adelantarse a lo previsible, actuar con coherencia y rapidez, hablar con claridad, no enfadarse con quienes no son culpables, aliarse con la verdad y contarla bien armonizando datos, contexto y emociones.
Hay una cuestión clave, muy valorada no solo en la política, sino en el liderazgo personal y corporativo: entrenar al líder para comunicar bien porque alta cualificación técnica es compatible con baja habilidad comunicativa.
Débil y, sin embargo, líder
En las antípodas de la comunicación política, pero con numerosas coincidencias y aplicaciones para directivos y organizaciones, asistimos a un acontecimiento histórico: la renuncia del papa Benedicto XVI. El tema da para muchos más aspectos y matices de los que apenas se pueden esbozar aquí.
Para empezar, se muestra que es posible ser débil y, sin embargo, líder. En segundo lugar, algo obvio: solo mejoras, si cambias. Vivir la “fidelidad dinámica” que Joseph Ratzinger propone en su última encíclica le lleva a tomar decisiones (aceptación en 2005) y revocarlas (renuncia en 2013).
Su decisión, sin duda novedosa, sorprende menos cuando se analiza su propia coherencia, ya que lo que ha hecho concuerda con lo que ha dicho, años atrás, en los libros de entrevistas con Peter Seewald.
Entre las cualidades del auténtico liderazgo, cotizan al alza conocer la realidad, reconocer errores, pedir perdón y estar abierto a cambiar. Un claro error reconocido: la comunicación. Tras varios disgustos mundiales, probablemente Benedicto XVI ahora comprende mejor la diferencia entre datos y percepciones.