Esclerocardia: si no escuchas con el corazón, no diriges con la cabeza (15 octubre 2012)

Enrique Sueiro

Top Ten Business Expertes, 15 octubre 2012

Qué suerte poder aprender, además de aportar, en las charlas y sesiones de formación que uno imparte. Así me ha ocurrido en mis últimas conferencias en las ediciones del Congreso Nacional de RR.HH. organizado por Interban en Valencia, Barcelona y Bilbao sobre Nuevos modelos de gestión de personas. Esos encuentros con cientos de directivos me han brindado la oportunidad de pensar, escribir y hablar sobre la escucha directiva. Sí, sí, suena extraño y, más fascinante todavía, ¡funciona! Lo compartiré de nuevo en la cita del próximo 24 de octubre en la cita de Madrid, en IFEMA.

Hablar sobre escuchar me resulta paradójico y, personalmente, comprometedor. No me gustaría ser especialista de algo que puedo contar, pero no vivir. Una contrapartida gratificante es que, gracias a Dios, somos personas antes que directivos. De ahí la utilidad del Principio PePa, primero las personas, después los papeles (en su doble sentido de papeleo y organigrama). Por eso, todas las sugerencias que se ofrecen bajo el título “diriges si escuchas” son 100% operativas para el 100% de las personas, con independencia de su cargo.

Lo inteligente es dirigir con una escucha cordial

El magistral Antoine de Saint-Exupéry recuerda en El principito que las cosas importantes solo se ven con los ojos del corazón. A esta observación cabe añadir que las cosas importantes no son cosas. En este sentido, todos somos VIP.

Desde hace años leo y pienso sobre la curiosa relación vista-corazón y, a modo de conclusión provisional, adelanto que una influencia semejante se produce en la escucha entrañablemente humana y directivamente sostenible.

Si es cierto que solo escuchamos –de verdad– a quien amamos, entonces también para escuchar necesitamos el corazón. En tal caso, conviene vacunarse contra varias patologías directivas, entre las que me gustaría destacar la esclerocardia. Esta enfermedad permite oír, porque bastan los tímpanos, pero impide escuchar, porque infarta el corazón.

Si no escuchamos con el corazón, mutilamos la capacidad de dirigir con la cabeza. Directivos que no escuchan estrangulan el futuro de lo que sus colaboradores compartirían como proyecto y esterilizan el pasado de sus recuerdos estimulantes para el presente. Del latín cor-cordis (corazón), recordar viene a significar volver a pasar por el corazón.

En conclusión, lo inteligente es dirigir con una escucha cordial.