Enrique Sueiro
Motivación y Más, 8 junio 2012
Crece el número de personas que pierden la vida por exceso de currículum. Algunas en sentido estricto y muchas desperdiciando el presente o priorizándolo mal. También la falta de preparación y/o trabajo pueden acarrear efectos igualmente letales. Por eso, creo que del CV debería importar más la vida que el currículum.
Compensa descubrir a tiempo lo decisivo. Me gusta pensar en un trípode vital compuesto por la familia, el trabajo y los amigos. Puede haber más, pero esos tres elementos ya permiten una mínima estabilidad, quizá la más determinante. Dos de ellos, la familia y los amigos, resultan claves en momentos como los que vivimos, en los que es posible y deseable pasar del KO al OK.
Paradójico, pero cierto. Como en un iceberg, aflora lo que crece dentro. Todos necesitamos un bastón, un amarre, una estrella que nos acompañe en el recorrido (currículum) de ser (vitae) nosotros mismos. Este fenómeno bautizable como tuísmo supone uno de los mayores estímulos vitales para una persona. De alguna manera, lo mejor de ti no es tuyo o, dicho de otro modo, necesita un tú.
Así cabe reformular la conocida sentencia de Nietzsche y concluir que alguien con un por quién para vivir podrá superar cualquier cómo. Por eso el cariño saca de pozos y el trabajo bien enfocado para servir a los demás regala muchos motivos de satisfacción.
No ser mejor profesional que persona
Julián Marías aboga, en su Breve tratado de la ilusión, por descubrir a personas ilusionantes. Desconcierta al decir que el verbo de la ilusión es desvivirse. Es otra faceta del tuísmo, magníficamente resumida por la Madre Teresa de Calculta: quien no vive para servir no sirve para vivir. De ahí que el pronombre posesivo más fecundo y liberador de uno mismo sea “tuyo”, simbiosis de tú y yo.
Sospecho que estas reflexiones se aproximan bastante al calado más antropológico del trabajo como realidad entrañablemente humana. De ahí la repercusión profunda de la lacra social del paro, más allá de estadísticas y cifras macroeconómicas, sin duda, importantes.
La canción de Joaquín Sabina nos recuerda la importancia de “que el maquillaje no apague tu risa, que el equipaje no lastre tus alas (…). Que el corazón no se pase de moda (…). Que las verdades no tengan complejos, que las mentiras parezcan mentira (…). Que no se ocupe de ti el desamparo (…), que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena”.
Precisamente un vídeo nos muestra una manera diferente y fresca de presentar su propio CV. Son los abuelos de David quienes aparecen en pantalla aportando referencias vitales -más que curriculares- de su nieto. Desde luego, es opinable el estilo de un CV tan sui géneris. A mí me gusta por el ingenio del candidato, la simpatía del mensaje, la autenticidad de los protagonistas…
Si lo que muestra el vídeo coincide con la realidad (no tengo motivos para dudarlo), a David le irá bien en la vida y, muy probablemente, en el trabajo. Aun sin conocerlo personalmente, su actitud me recuerda un pensamiento de Quintiliano muy útil para quienes hablamos en público: no trate de ser mejor orador que persona porque la audiencia se dará cuenta. Viene a concluir que un buen orador es, nada menos, una buena persona que habla bien. Mutatis mutandis, me parece estimulante para la vida esforzarse en la formación permanente, pero no intentar ser mejor profesional que persona.