Comunicar cohesiona equipos (12 noviembre 2010)

Enrique Sueiro
Ejecutivos, 12 noviembre 2010

Nada se coordina mejor que aquello que se comparte, según el nuevo vicepresidente y portavoz del Gobierno. De hecho, una acepción del verbo latino communicare es compartir. En este caso, con 15 ministros.

La comunicación política genera aplicaciones para el ámbito directivo de empresas y organizaciones, como ilustra José García Abad en El Maquiavelo de León. Este experto en los entresijos del poder cuenta anécdotas y testimonios de ministros que son o fueron.

Resulta esclarecedor que muchos declaren al amparo del anonimato. Entre los que se identifican, cuenta un ministro cómo el presidente “siempre compartimenta: tú para desayunar, tú para comer, tú para cenar. Nunca mezcla”. Sutil manera de proyectar cercanía y comunicación, al tiempo que divide a sus colaboradores y desactiva cualquier protagonismo ajeno al suyo.

Algo similar sucede en empresas con directivos sonrientes de formas y maquiavélicos de fondo. A la retórica de mensajes colectivos a los suyos acompaña un obsesivo esmero en individualizar comunicaciones personales que, lejos de cohesionar al equipo en un proyecto común, dispersa talentos.

Tráfico de confianza

En el fondo, tráfico de confianza. Muchas comunicaciones cruzadas con datos parciales, de manera que sólo el emisor principal tiene el plan general. Como el Maquiavelo original, prefiere ser temido que amado. Los colaboradores reciben sólo informaciones segmentadas, transmitidas por canales heterogéneos y no sincronizados. Quien así dirige simula compartir información, integrar al equipo, fortalecer la confianza y robustecer su liderazgo. La percepción de los demás es ocultamiento informativo, dispersión grupal, desconfianza creciente y autoridad menguante.

Lo que se comunica para que todos se sientan informados se convierte en detonante de rumores, un tumor corporativo devastador. Los afectados son conscientes de que reciben información fragmentaria, quieren saber… y acaban enterándose, en los casos más extremos, por la prensa o los libros. Por tanto, dos efectos negativos: se pierde un tiempo precioso en una comunicación de rumores y se resquebraja la cohesión interna del núcleo directivo.

El ex ministro sintetiza este comportamiento del líder con dos frases: “Tú no puedes tener todas las claves, pero fíate de mí” y “el proyecto ante todo”. Esta última, prototipo de mensaje en organizaciones que sacrifican a personas por el bien de la institución. El resultado es siempre negativo: ipso facto para la persona, después para la empresa particular y, más pronto que tarde, para el proyecto global.

Otro ex colaborador del presidente verbaliza lo que cree que su jefe pensaba: “Si éstos [los ministros] están juntos conspirarán contra mí, así que más vale que no se junten. Lo mejor es que se peleen. Es una de sus técnicas para destacar su poder”. Es lo que García Abad describe como “un caos bien organizado”. Añade que el muñidor gubernamental de esta dirección caótica “no crea equipos propios, pero ostenta una habilidad especial para destrozar los intentos de sus ministros para hacer los suyos. El presidente no se corta un pelo a la hora de colocarles secretarios de Estado, subsecretarios y hasta directores generales”. También en las empresas se emplean nombramientos formales equivalentes a defenestraciones laborales: uno no sabe si le ascienden o le trascienden.

Opacidad disfrazada de trasparencias

Lo relatado hasta aquí sobre la comunicación interna o intimidad corporativa constituye una explicación cabal de lo que la ciudadanía contempla en su proyección pública. Esta incomunicación en el seno de un Gobierno está en las antípodas del modelo de El ala oeste de la Casa Blanca. Paradójicamente, el mismo que se incomunica por dentro cita como ejemplo al de la serie norteamericana.

Esta realidad tiene su correlato en la dirección de empresas y organizaciones. Así lo confirmo en los directivos que buscan asesoramiento de comunicación y en los colaboradores que padecen esa opacidad disfrazada de trasparencias.

Los errores de dirección y comunicación tienen arreglo. Por eso el nuevo vocero del Gobierno explica que, en esta nueva etapa, el líder “ha pedido a los ministros que expliquen lo que hace su ministerio y el conjunto del Gobierno. Un presidente y 15 portavoces”. El tiempo revelará la efectividad interna y la percepción pública de tan buen propósito.