Enrique Sueiro
Diario de Noticias, 20 diciembre 2001
¡Feliz Nabidad! ¿Se imagina recibir una tarjeta con semejante expresión? Todo es posible, pero quizá no reciba muchas con esa ortografía y, probablemente, despierte su curiosidad.
Con esta introducción pretendo sugerir detalles, sutilezas, matices de la comunicación. Además, en época prenavideña, tanto los errores involuntarios como los excesos imaginativos resultan más disculpables, incluso agradecidos.
Cuando casi toda nuestra correspondencia nos habla de cifras -mensualidades, hipotecas, plazos, créditos…-, recibir una postal navideña nos alegra, si no el bolsillo, al menos la vista y, quizá, el corazón.
Escribir una tarjeta puede convertirse en la rutina anual más tediosa o en ejercicio de superación personal. Además, como se verá, conseguir efectividad comunicativa requiere un esfuerzo mínimo, pero sutil. Sin ninguna pretensión científica ni concluyente, se me ocurren algunos detalles.
NOMBRE PROPIO. Encabezar la postal navideña con el nombre de pila del destinatario consigue el primer efecto personal. Ana, Jesús, Cristina, Antonio… ¡Alguien me llama por mi nombre! Si, además, le precede un querida, estimado, etc., comienzo redondo.
Quienes mandan muchas felicitaciones apenas pueden escribir a mano esa palabra, la única que marca la diferencia personal de un destinatario a otro dentro de un texto impreso en serie.
EL MENSAJE. A priori, si algo tiene de previsible una tarjeta de éstas,es su contenido. De todas formas, decir sólo feliz Navidad no es poco. Para muchos el mayor esfuerzo consiste en decidirse a escribir, comprar la postal, los sellos y -ojo al detalle final- enviarla.
Pero si queremos aportar algo más al contenido elemental, siempre podemos pensar y transcribir una frase feliz o, más sencillo, dar un toque de originalidad al mensaje básico. Por ejemplo, “feliz Nabidad”, “no te deseo feliz Navidad… sino la más felicísima Navidad” o “feliz primera Navidad XXI”. Lo mismo cabe aplicar al manido -pero igualmente útil- feliz año nuevo. Aquí, basta con pensar unos segundos para darse cuenta del número de año que se avecina, en este caso, 2002. Así, podemos desear “feliz primer capicúa del siglo”, “feliz euro-año” o “feliz segundo siglo de tu vida”. Evidentemente, el repetido “feliz” también es canjeable por “dichoso”, “magnífico”, “fascinante”, “estupendo”, “mejor posible” o “mejor imposible”.
LA IMAGEN. Salvo excepciones, al abrir el sobre, lo primero que uno ve es la imagen. También aquí cabe un esfuerzo de originalidad, si bien está menos al alcance del usuario común. Ser original es ciertamente fácil, pero no lo es tanto combinar originalidad con buen gusto y otros aspectos colaterales, como el de la imagen.
¿Qué escenas deben aparecer en loschristmas? La verdad, no lo sé. Además, creo que existen diversas opiniones igualmente válidas. Mi gusto particular se centra en los que muestran algo relacionado con la ocasión. En este sentido, conviene recordar que la Navidad es la celebración del nacimiento de Jesucristo, es decir, Dios que se hace hombre.
Pero mostrar una escena alusiva a la esencia navideña no es, necesariamente, sinónimo de reproducir cuadros de maestros de la pintura de siglos pasados. Aunque ésa me parece una opción positiva, prefiero las reproducciones de pinturas o esculturas modernas que tratan de acercar ese misterio divino a la gente corriente. ¿Cómo? Pues presentando a Jesús como un niño; y a la Virgen María y a san José, como una joven pareja. Precisamente, Armando Pareja es mi pintor favorito, de momento.
EL CALENDARIO. ¿Cuándo conviene enviar las postales de Navidad? A la vista de la experiencia, cuanto antes. Hombre, quizá el mes de los difuntos es mucho adelantarse, aunque mejor noviembre que febrero; entre otras razones, porque ir por delante suele quedar mejor que retrasarse.
Supongo que lo ideal es prever el envío para que llegue unos días antes de Nochebuena. A falta de ese plazo, siempre nos queda la última semana del año. Pero pasada la Nochevieja también hace ilusión recibir christmas. Una felicitación supone un buen respiro entre tanto recibo bancario de comienzo de rampa de enero. Por esa misma razón, no sólo son disculpables, sino igualmente agradecidas las misivas de felicidad que llegan hasta empezar febrero. Estrenado ya el segundo mes, quizá conviene comenzar por lo de “feliz año” y dejar para el final algo así como que “espero que pasaras (el año pasado) una muy feliz Navidad”. A estas alturas, lo del efecto “Nabidad” conviene dejarlo para el siguiente diciembre. Eso sí, ya puestos: “¡Feliz Haño!”.
Aun con todas las previsiones, siempre pueden suceder casos como el que me ocurrió hace unos meses. Escribí, mandé y llegó la felicitación dentro del plazo razonable. Quien no llegó fue mi colega. Hay quien vuelve a casa por Navidad, pero ella lo hizo por Sanfermines -o sea, en julio-. A pesar de todo, me consta que el efecto resultó igualmente positivo. ¡Feliz Navidad! y ¡Viva san Fermín! fue todo uno.
LA FIRMA. Tras el mayor o menor esfuerzo de escribir, podemos fácilmente desperdiciar todo lo realizado. Es muy sencillo, basta con no firmar o hacerlo de forma tan enigmática que nuestro destinatario no nos reconozca. Como en las postales en general, casi lo más importante es la firma del remitente. Este desatino resultará imperdonable si, como a veces ocurre, tampoco se escribe el remite en el sobre. ¡Jo, para uno que recibo, no sé quién me lo manda!, ¡Manda… christmas!
Lo dicho: ¡Feliz Nabidad y todo lo mejor imposible para el primer capicúa del XXI!