Autogestión personal: 99% feliz (20 noviembre 2005)

Enrique Sueiro
Heraldo de Aragón, 20 noviembre 2005

«Se hace campaña en poesía y se gobierna en prosa». La frase de Mario Cuomo, ex gobernador del estado de Nueva York, parece imantada a la realidad. Similar contradicción parece apreciarse en el título de este artículo. La simbiosis poético-prosaica adquiere particular interés cuando se trata del gobierno autónomo por excelencia, el de uno mismo.

Emplear magnitudes resulta poco útil para valorar las cosas más importantes de la vida, intangibles por definición. Sin embargo, las cifras forman parte de lo cotidiano: levantarse a las 7, coger el autobús 23, tomar el café de las 11… Lo positivo adquiere traducción numérica: pareja perfecta, tripartito de progreso, cuarteto musical… pleno al 15. Y lo negativo tampoco escapa a la expresión digital: 39 de fiebre, 6 en la escala Richter… zona 0.

Quizá los colores reflejan con menos precisión y más certeza los claroscuros de nuestra vida: anhelar el rosa exige ponerse rojo, pasarlas moradas, comerse el marrón y así hasta llegar a verlo negro, mientras no inyectemos el naranja energético y percibamos el verde esperanza al levantar la mirada al cielo azul.

El currículum o la vida

Las personas de vida más que currículum aderezan con arte las inquietudes que siempre han aleteado en la genuina humanidad. ¿Por qué todos ansiamos lo mismo? Porque, gracias a Dios, experimentamos una inclinación irresistible a la felicidad, en estrecha relación con saber lo fundamental de la realidad y la verdad de nosotros mismos. La sabiduría consiste en conocer tanto las limitaciones -incluida la propia ignorancia- como nuestras grandezas, que haberlas haylas. Ese querer saber nos espolea con interrogantes que claman por respuestas vitales.

Así lo expresan canciones como Who wants to live forever / Quién quiere vivir para siempre, de Freddie Mercury. También Albano y Romina Power entonaban con acierto el secreto clave de la felicidad que, por desgracia, luego se les quebró: «Saber que mi sueño ya tiene dueño». Estas 7 palabras encierran la esencia del amor: por una parte, querer esperar a alguien en la vida y, por otra, saber y sentir que somos importantes para alguien. No hay prueba científica -ni falta que hace-, pero seguro que todos tenemos, al menos, una persona que nos espera. De ahí la clave de Amaral, «sin ti no soy nada», y la certeza de Michael Stipe (REM): «Tener esperanza me hace ser más realista».

Suena cursi, pero los Beatles tenían razón: «All you need is love / Todo lo que necesitas es amor«. Todo lo demás es lo de menos. Sin embargo, el mensaje del grupo británico requiere del candidato a feliz un par de requisitos: dar(se) y conocer(se). Contemplé una escena de la actitud contraria este verano en el metro de Boston. Un músico permanecía en silencio y mostraba un cartel: «No money, no music». En el rato que permanecí allí comprobé que la estrategia no funciona. Lástima, porque su habilidad con la guitarra merecía, probablemente, más que un bote ayuno de dólares y centavos. Por lo visto, la propina preventiva no resulta. Su suerte podría cambiar si primero toca y, después, solicita la voluntad.

Genética de la tentación

A propósito de cuestiones de trascendencia vital, un amigo me resumió el cuento del «Círculo del 99». En síntesis, un personaje se consideraba feliz hasta que un día recibió, de forma gratuita, 99 monedas de oro. A pesar de tratarse de un regalo, en ese instante comenzó su insatisfacción porque… le faltaba una. En vez de disfrutar con el 99% poseído, sufría por el 1% del que carecía.

Cuando me lo contaron descubrí que, sin querer, yo pertenecía a ese círculo tan seductor, en el que un engaño sutil empuja al ingreso y dificulta la liberación. Reopto ahora por conformarme con ser feliz, sin porcentajes. Si no, como enseña el cuento, tu preocupación empieza cuando los grandes problemas desaparecen. ¡Qué fácil escribirlo y cuán difícil practicarlo!

La genética de la tentación se muestra bien perfilada en una novela de Clive Staples Lewis (Cartas del diablo a su sobrino) en la que un demonio anciano adoctrina a uno joven para enseñarle el oficio de tentar a los humanos, que cuentan con el gran aliado divino: «Ha llenado su mundo de placeres. Hay cosas que los hombres pueden hacer todo el día sin que a Él le importe lo más mínimo: dormir, lavarse, comer, beber, hacer el amor, jugar, rezar, trabajar. Todo ha de ser retorcido para que nos sirva de algo a nosotros. Luchamos en cruel desventaja: nada está naturalmente de nuestra parte».

Sobre tentaciones, elocuente la declaración de un conocido cantante español. Tras experimentar el placer efímero de la transgresión, retorna a algo tan natural como utilizar «la nariz sólo para respirar». Curiosa novedad y, hombre, no te reprimas tanto. Por el mismo acto nasal, disfruta también del olfato, un sentido maravilloso si se ejercita con moderación.

Sí, conviene descubrir a tiempo la función útil pero secundaria de las reglas en la vida, ya que todo lo bueno acerca y lo malo aleja de la felicidad. De ahí que las normas y leyes auténticamente humanas fomentan lo primero y prohiben lo segundo; y, por desgracia, viceversa. Percibir esta realidad ayuda a darse cuenta de que no es malo conducir ebrio «porque» lo penalice la Dirección General de Tráfico ni mentir «porque» lo condene el 8º mandamiento ni matar «porque» viole la Constitución…

Con prosa poética o poesía prosaica, el sentido común en la vida cotidiana resuelve la trampa del 99. Basta con alisar el rizo porque el 100% no es la felicidad y la mejor transición lleva del querer saber al saber querer.

pdf Heraldo-Autogestion-personal-99-feliz.pdf